Konconsciencia es la plataforma para la expansión de la Consciencia a través de los conocimientos del libro Shara Bat, y con el propósito del desarrollo de nuestro potencial humano.
Con o sin consciencia es la diferencia entre una vida plena o vacía. En nuestro viaje por la vida, la consciencia es el mapa por el que nos guiamos, nuestra forma de ver el mundo. Como en el vuelo del águila, cuando elevamos nuestra Consciencia, ampliamos nuestro campo de visión a la realidad completa de nuestro mundo y de nosotros mismos.
El Shara Bat es el libro que nos enseña las claves para un cambio de rumbo, en el tránsito entre el mundo que conocemos y el futuro que ahora asoma en el horizonte. Una completa visión de la realidad, con nuevos mapas para reconocer nuestro camino y destino:
COSMOVISIÓN. Consciencia y Cosmos. Un Paradigma de la Consciencia que nos abre a la contemplación de un Universo mucho más rico, complejo, bello y perfecto de lo que jamás hubiéramos podido imaginar.
DINÁMICA DEL AMOR. Geografía Interior. Una psicología integral de nuestro Ser, que nos prepara, a nivel emocional y anímico, ante los grandes cambios que se avecinan.
ÉTICA. El puente entre dos mundos. Ética y Valores para este presente, para la creación de grupos y comunidades humanas en un mismo camino de unidad.
TRASCENDENCIA. Trascender el ego y elevar nuestra Consciencia con la esencia de la Espiritualidad.
LOGOSISTÉMICA. Una metodología innovadora para lograr una mayor desarrollo de las ciencias humanas, sociales y de la vida.
Esta plataforma de Konconsciencia ofrece el Shara Bat y todos los libros de estos cinco mapas, además desarrolla e impulsa Dinámica del Amor y Ética como aplicación práctica de los contenidos de Cosmovisión, Trascendencia y de la metodología Logosistémica.
50 Tesis para un nuevo Paradigma
de la Consciencia
© Rafael Puertas
50 Tesis para un nuevo Paradigma de la Consciencia
Puede parecer muy atrevido plantear un nuevo paradigma y, efectivamente, lo es, tanto por su complejidad como porque implica adentrarnos en un territorio de conocimiento todavía muy desconocido, como lo es el de la naturaleza y esencia de la Consciencia. Lo que hacemos, presentando éstas 50 tesis, desde la humildad de reconocer que solo estamos dando los primeros pasos en su investigación y estudio, es un reto que sentimos compartido con todos los pensadores e investigadores que han dedicado sus vidas al estudio de la Consciencia.
Por otra parte, nos ha animado a hacerlo la consideración de que es apremiante desarrollar y presentar una primera Cosmovisión completa de la Consciencia, como la que seguidamente exponemos, en respuesta a la actual encrucijada histórica de la humanidad, en la que las últimas tecnologías surgidas del Paradigma Mecanicista nos pueden ofrecer las mejores oportunidades de realización de nuestro potencial humano o abocarnos a las peores amenazas de destrucción de la civilización y de la vida en nuestro planeta… dependiendo de nuestro nivel de Consciencia. Lo que, a su vez, depende de que seamos capaces de superar nuestra reducida visión materialista de la existencia, que nos aboca a la división, el conflicto y el sufrimiento inútil, para abrirnos a una visión más amplia, centrada en la Unidad, el amor, la armonía y la realización de todo nuestro potencial humano de plenitud y felicidad. Como la que nos proporciona el nuevo Paradigma o Cosmovisión de la Consciencia que está emergiendo y del que ahora presentamos la imagen más completa del mismo, entre aquellas de las que tenemos conocimiento. Lo que ha sido posible desde la exploración del Universo no físico a través de técnicas y capacidades humanas superiores de la Consciencia, completando y complementando así los conocimientos de la ciencia de nuestro tiempo, y contrastando finalmente la teoría resultante con su capacidad para dar respuesta a los grandes enigmas sin respuesta del actual Paradigma Mecanicista.
La nueva orientación de la Ciencia de nuestro tiempo
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Entendemos un Paradigma o Cosmovisión como un mapa del mundo visible de las formas, los hechos y los sucesos y del invisible de las fuerzas que los generan. El actual Paradigma Mecanicista, también llamado newtoniano o cartesiano nos ha proporcionado una imagen bastante fidedigna del Universo físico y las fuerzas que lo rigen, lo que nos ha permitido levantar la actual civilización tecnológica. Una tecnología que nos ha proporcionado un mayor desarrollo económico y bienestar material, pero cuyo mal uso, en forma de armas de destrucción masiva, nucleares, biológicas o cibernéticas, podría llegar a destruir nuestra civilización.
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Un riesgo que solo podremos evitar desde el desarrollo de una Ciencia con Consciencia, guiada por elevados niveles éticos, que ponga todo el potencial de la tecnología presente y futura al servicio de la humanidad y de la vida. Lo que, a su vez, solo será posible desde un nuevo paradigma o Cosmovisión que sitúe la Consciencia, en lugar de la materia, en el centro de nuestro campo de visión y comprensión de la realidad completa del Universo en que vivimos y de nuestra propia esencia o identidad como seres humanos. Una Cosmovisión que empezó a emerger a principios del siglo pasado y que ahora es apremiante que consolidemos lo antes posible, para superar los grandes retos y amenazas inminentes que ahora afrontamos, convirtiéndolos en oportunidades de creación de un mundo mejor, más justo y pacífico para todos.
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Según Thomas Kuhn, célebre autor de "La estructura de las revoluciones científicas" cuando surgen "anomalías" en el modelo de realidad de un determinado paradigma, a las que éste es incapaz de dar respuesta, esa situación es la señal más clara que nos anticipa la emergencia de un nuevo paradigma capaz de darles explicación. En el caso del Paradigma Mecanicista esas anomalías giran en torno a dos polos, la Física Cuántica y la Consciencia humana. De una parte, el origen y fundamentos de la realidad en el Universo físico visible y, de la otra, la de nuestra propia mente como instrumento de observación de esa realidad.
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Las palabras pronunciadas en 1900 por el físico William Thompson, más conocido como Lord Kelvin, ante la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia nos dan una idea del absoluto convencimiento de la época de que nada importante les quedaba a las ciencias físicas por descubrir. "No hay nada nuevo que descubrir en física: todo lo que queda son medidas cada vez más precisas". Paradójicamente, aquel mismo año Max Planck presentaba su teoría cuántica ante la Sociedad Alemana de Física. La que, como un movimiento sísmico, hizo tambalearse las principales convicciones y fundamentos sobre los que se había levantado el Paradigma Mecanicista, abriendo una brecha entre la Física clásica y la cuántica, una "anomalía" descomunal que todavía permanece abierta y constituye el mayor reto que la Física tiene pendiente de superar. Pocos años más tarde, en 1905, un joven Albert Einstein publicaba su Teoría de la Relatividad Especial y, en 1915, su célebre Teoría de la Relatividad General. Los asombrosos resultados experimentales de la Física Cuántica, sumados al relativismo de Einstein, socavaron definitivamente la aparente solidez de las convicciones mecanicistas sobre la estructura y naturaleza del Universo, para abrirnos las puertas a una Cosmología totalmente diferenciada de la mecanicista conocida hasta entonces.
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El otro polo en retroalimentación para el tránsito a un nuevo paradigma, al que nos referíamos en la segunda tesis antes planteada, es el de nuestra propia mente, como observadores del Cosmos en el que se desarrolla nuestra existencia. La entronización del poder absoluto de la razón propio de la Ilustración y el mecanicismo, también se vio sacudida por un temblor que reveló como falsa esa creencia desde sus propios cimientos. La de creernos capaces de conocer y controlar prácticamente todo desde nuestra inteligencia lógico-matemática. Hasta que, de nuevo en el año 1900, Sigmund Freud publicaba "La interpretación de los sueños" descubriéndonos que ni siquiera nos conocíamos a nosotros mismos ni éramos capaces de controlar los niveles subconscientes e inconscientes que rigen nuestras vidas. Abriendo así nuestros ojos a un mundo prácticamente desconocido hasta entonces, el mundo interior de la Consciencia en sus distintos niveles y manifestaciones.
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Desde entonces, de forma paulatina, pero inexorable, la Ciencia ha iniciado un cambio de rumbo histórico, pasando de centrar su foco de atención del mundo exterior y visible, al interior e invisible a nuestros ojos. Así la Física Cuántica empezó a explorar el mundo subatómico, mientras las ciencias de la vida hacen lo propio con el ADN o las ciencias de la conducta en la Consciencia, mientras las neurociencias nos sumergen en las profundidades de las redes neuronales de nuestro cerebro o la astrofísica en las profundidades del Tiempo, los orígenes del Universo. Un viaje de exploración que se encuentra todavía en sus inicios, mostrándonos una imagen de la realidad muy distinta de la física que perciben nuestros sentidos. La de un Universo no local, en el que las partículas parecen emerger de un plano cuántico ajeno al espacio y el tiempo y en el que cada vez son más las "anomalías" inexplicables desde el Paradigma Mecanicista, como la del Ajuste Fino de las constantes universales, la naturaleza de la energía y materia oscura o la aceleración en la expansión del Universo. Y en el que la creación y evolución de la vida tiene demasiados interrogantes sin respuesta y la naturaleza de la Consciencia sigue siendo desconocida, a pesar de que se perfila, cada vez más claramente, como la clave que puede dar respuesta a muchas de las preguntas sin respuesta de la Física Cuántica y las ciencias de la vida.
La Consciencia como clave para una nueva etapa de desarrollo humano y científico
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Entre las distintas pruebas experimentales de la Física Cuántica, la de la doble rendija quizás sea la más asombrosa, desconcertante y, sobre todo, significativa, sobre la naturaleza de la realidad. La que pone en evidencia que la presencia de un observador altera la forma en que se expresa o manifiesta el objeto de observación. Un experimento que empezó a mostrarnos la Consciencia como una clave fundamental. Lo que los primeros investigadores en Física Cuántica empezaron a percibir era la misteriosa presencia de un Orden Subyacente cuya esencia parecía ser la Unidad y sobre la que nuestra propia Consciencia parecía influir, como en el experimento de la doble rendija. Por otra parte, parecía cada vez más claro que nuestra percepción de la realidad era solo una interpretación o representación mental simplificada y dualista de una realidad profunda unitaria y mucho más compleja de lo que jamás hubiéramos podido imaginar. Todo aquello debía recordarles demasiado la Maya hindú, la visión del mundo físico como ilusión, así como la sabiduría ancestral de la India que siempre se había referido a la Unidad y estudiado la Consciencia. Siendo así como David Bohm, uno de aquellos físicos, no dudó en viajar a la India para encontrarse con Jiddu Krishnamurti, escribiendo a su regreso "La Totalidad y el Orden Implicado". Otros muchos siguieron sus mismos pasos, empezando a tender así puentes entre Ciencia y Espiritualidad. Lo que nos lleva a preguntarnos. ¿Puede ser posible esa aproximación tras más de cuatro siglos de progresiva separación y continuada confrontación?
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No solo ahora es posible, sino que también es vital para superar juntos los grandes riesgos y desafíos de nuestro tiempo a los que nos referíamos al principio. Porque, tanto la Ciencia como las distintas tradiciones espirituales nos presentan sus propias Cosmovisiones. De las que se derivan una Ética laica diferenciada de las espirituales y religiosas, dando lugar a distintos modelos de conducta que generan confusión y, con demasiada frecuencia, división y conflictos violentos de todo tipo, como vemos en las dificultades de integración de creyentes religiosos en sociedades laicas o en el auge del fundamentalismo religioso y violento de distintos grupos armados. Sin embargo, si la realidad del Orden Universal es única, el mapa que la refleje también debería serlo. Lo que puede ser posible en la actual aproximación entre Ciencia y Espiritualidad, como adalides de la razón y la sensibilidad, por el desarrollo del pensamiento y el sentimiento, la mente y el corazón, los dos ríos que confluyen en el mar de nuestra Consciencia. Siendo, precisamente, la Consciencia el nexo de unión entre ambas. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿Qué es la Consciencia?
Naturaleza y esencia de la Consciencia
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La mayor parte de definiciones actuales sobre la Consciencia se refieren al conocimiento de nosotros mismos y el reconocimiento de nuestro entorno y las relaciones que unen ambos polos en retroalimentación, la consciencia individual y su realidad circundante. Por otra parte, existe también el concepto o idea de Conciencia, en cuanto a nuestra capacidad de enjuiciar moralmente los hechos y sucesos que realizamos y/o se realizan en nuestro entorno. Puede parecer que sean cosas distintas y, por ello, la asignación de dos sustantivos diferenciados, pero, en realidad, la segunda es solo un nivel más elevado de la primera. Tal y como reconocemos la existencia de una diversidad de formas de Consciencia, como la social, la emocional, la temporal o la psicológica, siendo la moral una de ellas. Desde la perspectiva de la filosofía o metodología logosistémica, la profundización en el conocimiento de un concepto o idea requiere reconocer cuál es su esencia, estableciendo una conexión entre el concepto objeto de estudio y otro, asociado al mismo, que exprese su propia esencia constitutiva y funcional, cuya validez debe ponerse a prueba a nivel universal, es decir, en todas las formas o manifestaciones que adopta esa idea o concepto. Pues bien, desde ésta perspectiva, Consciencia es Orden. La que, como veremos, podría superar la prueba de su validez universal.
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¿Cuál es la diferencia entre ser conscientes o inconscientes de la realidad, parcial o completa, de un hecho, situación u objeto observables o, incluso, de nosotros mismos? Es la fina línea que separa nuestra comprensión o incomprensión de la realidad observable. La misma que diferencia la información del conocimiento, la sabiduría de la ignorancia, la luz de la oscuridad... o el orden del caos. Cuando un objeto, idea o suceso despierta nuestro interés en entenderlo, lo que hacemos es recoger tanta información como podemos sobre su estructura, naturaleza y razón de ser o existir. Sin embargo, éste paso es condición necesaria, pero no suficiente, para alcanzar su comprensión. La que requiere encajar todas esas piezas de información en un todo, convirtiéndolas así en verdadero conocimiento. El que nos ofrece una visión unificada, amplia y global de nuestro objeto de observación, comprendiendo la relación de sus partes con el todo. Como cuando estudiamos el funcionamiento de un motor o cualquier tipo de mecanismo y que es, también, la forma en que la Ciencia investiga un determinado fenómeno para tratar de explicar sus causas o cuando intentamos comprender la complejidad de nuestras relaciones humanas ante una determinada situación que escapa a nuestra comprensión. Mientras no lo conseguimos, la progresiva acumulación de informaciones solo nos sume en la confusión y el caos mental, así como la inseguridad y el miedo de no llegar a conseguirlo. Hasta que, en un determinado momento, logramos que todas las piezas del puzzle encajen, alcanzando entonces la completa comprensión de nuestro objeto de observación. Es un instante mágico, en el que un destello de luz parece iluminarlo todo en nuestra mente, proporcionándonos la misma sensación de satisfacción, paz y seguridad interna que la que pueda experimentar un escalador al coronar una cumbre especialmente difícil de alcanzar.
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Así pues, podríamos concluir que la esencia misma de la Consciencia es el Orden, en cuanto a la conversión de información en conocimiento, la integración de las partes en un todo único, mostrándonos la diversidad en la Unidad. Lo que es tan válido para la consciencia social, emocional, psicológica, la moral o la autoconsciencia. Pero, si la Consciencia es el resultado final de un proceso de ordenación de la información, ¿Qué tipo de fuerza ordenadora puede ser responsable de lograrlo?
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La que conocemos como Inteligencia. Y cuya íntima relación con la Consciencia se hace evidente por los procesos de retroalimentación entre ambas. De modo que, a mayor nivel de Inteligencia, mayor capacidad de expansión de la Consciencia, en forma de conocimiento. Al tiempo que, un elevado nivel de conocimientos, potencian una mayor eficiencia de la Inteligencia, creciendo juntas en un proceso continuado de retroalimentación. Por supuesto, si falla o se debilita alguno de estos polos, el otro se resentirá igualmente, como sucede con la pérdida de memoria o de capacidades cognitivas, iniciándose entonces un proceso de retroalimentación negativa. En ambos casos, tanto en la positiva como en la negativa, se pone en evidencia una interrelación tan estrecha que podríamos considerarlas como Unidad. Y, también en éste caso, podemos comprobar que la consideración de la Inteligencia como Fuerza Ordenadora, es de validez universal, en cuanto a su aplicación a cualquiera de las múltiples formas de Inteligencia, como las identificadas como tales por Howard Gardner: lógico-matemática, lingüística, musical, espacial, corporal-cinestésica, naturalista, interpersonal e intrapersonal. Por la capacidad de ordenar e interpretar el pensamiento lógico, la estructura gramatical, las notas musicales, la ubicación en el espacio, la acción coordinada de los músculos corporales, la dinámica de relaciones en el entorno natural o las que mantenemos con los demás y con nosotros mismos.
Diversidad y omnipresencia de la Inteligencia y los Campos de Memoria
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Cuando observamos las calles de una ciudad, con sus grandes edificios, un avión surcando los cielos, un teléfono móvil, una silla o una simple botella de cristal, nadie duda de que todas esas formas de existencia están ahí por obra de una inteligencia humana. Sabemos que la creación de modelos complejos de orden, como los anteriores, solo es posible por la intervención de elevados niveles de inteligencia y conocimiento o, lo que es lo mismo, de Consciencia. Sin embargo, la complejidad de nuestras mejores creaciones artificiales es infinitamente menor que la de un organismo vivo o, incluso, el funcionamiento de una simple célula, en conexión con todas las demás. La creación y gestión de los más de treinta billones de células de un cuerpo humano, perfectamente integradas y coordinadas para el funcionamiento preciso de los distintos sistemas, órganos y tejidos que lo conforman solo se explica desde la intervención de alguna forma de Inteligencia Vital. Por lo que deberíamos empezar a abrirnos a una comprensión y visión menos antropocéntrica y más amplia de la Consciencia.
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La formación embrionaria o morfogénesis de los seres vivos es extremadamente compleja y no llega a explicarse suficientemente desde el actual conocimiento científico. Aunque el descubrimiento del código genético en el ADN por parte de Watson y Crick supuso un avance impresionante en nuestra comprensión del funcionamiento de los organismos en los seres vivos, resulta insuficiente para explicar cómo las células madre embrionarias deciden convertirse en células cardíacas, sanguíneas, hepáticas, óseas, cerebrales o del nervio óptico con una asombrosa precisión y en el momento exacto en que deben crearse estructuras internas tan sofisticadas y perfectamente ensambladas como las del epitelio de la córnea, la retina, el iris, así como el cristalino, la esclerótica o el tejido conjuntivo y los vasos sanguíneos del ojo, y todo ello conectado con la enorme complejidad de las redes neuronales de nuestro cerebro. Para dar respuesta a ésta y otras muchas preguntas sin respuesta de la biología y las ciencias de la vida, el biólogo Rupert Sheldrake propuso una nueva hipótesis sobre la causación formativa basada en la posible existencia de Campos de Memoria que, de algún modo, guiarían el proceso formativo del embrión. Los que podríamos equiparar a la idea de Campos de Consciencia, en cuanto a su capacidad de actuar como fuerza ordenadora, generando un espacio o campo de orden y organización interna del organismo. Lo que nos abre a la idea de que la Consciencia pueda tomar la forma de Campo formativo y sustentador en torno a cualquier forma compleja de existencia, como la de un ser vivo o de la nuestra como seres humanos. Una posibilidad que se apoya en un número creciente de evidencias.
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Cuando el médico psiquiatra y ensayista suizo Carl Gustav Jung nos descubrió la existencia de un Inconsciente Colectivo, se estaba refiriendo a un Campo de Consciencia de la humanidad, sus pueblos y culturas, al que todos los individuos humanos estamos conectados. Como también lo estarían todos los individuos de las demás especies a su propio Campo de Consciencia colectivo. El Campo de Memoria que contiene toda la información y experiencia práctica acumulada por sus ancestros a lo largo de generaciones, modelando la conducta de los nuevos seres nacidos bajo su amparo, mediante lo que conocemos como instinto. Un saber que no es adquirido o aprendido, sino innato, por el que un mamífero recién nacido busca instintivamente el pecho de su madre y sabe cómo succionarlo, una gacela recién parida sabe coordinar perfectamente los movimientos de sus patas y caminar o una abeja conoce perfectamente cómo construir un panal de celdas hexagonales sin que ninguna otra deba enseñárselo. Éstas y otras muchas habilidades son innatas en los individuos de las distintas especies y, desde luego, la suposición de que esas capacidades estén escritas en el código ADN, resulta insuficiente para explicar la conducta instintiva y su evolución en base a las nuevas experiencias vividas por esos seres individuales y su aportación al acervo colectivo. Lo que sí podría tener explicación desde la posible existencia de Campos de Inconsciente colectivo en cada una de las especies de seres vivos.
La relación entre cuerpo y mente, materia y Consciencia
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La presunción de que la Consciencia pueda hallarse en las intrincadas redes neuronales de nuestro cerebro, choca frontalmente con los miles de casos documentados en todo el mundo de ECM - Experiencias Cercanas a la Muerte -. Cuando los avances médicos de nuestro tiempo han devuelto a la vida a personas clínicamente muertas que, luego, explican al equipo médico todo lo que había sucedido en el intervalo de tiempo en que estaban sin actividad cerebral. Describiendo con detalle las escenas y situaciones vividas por el equipo médico mientras intentaban reanimarlas, explicando que lo estaban viendo todo desde una perspectiva más elevada, en la que también veían su cuerpo yaciente. Cada vez más médicos, cirujanos y personal sanitario están documentando éstos casos en todo el mundo, lo que pone en evidencia que la Consciencia no se halla en las redes neuronales de nuestro cerebro, sino que podría ser un Campo de Consciencia conectado al mismo, cuya existencia se prolongaría más allá de la muerte física. Una idea que nos resulta muy próxima a la del Alma en las distintas tradiciones espirituales que afirman su existencia y su inmortalidad. Por lo que, desde ésta nueva visión o perspectiva sobre la Consciencia podríamos atrevernos a decir que lo que la humanidad ha identificado como Alma desde tiempo inmemorial, podría llegar a ser reconocida como Campo de Consciencia individual por la Ciencia.
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Suponer que los pensamientos están recluidos en el cerebro o las emociones y sentimientos en la bioquímica corporal, tampoco se sostiene si consideramos que, mediante capacidades relacionadas con la sensibilidad humana, como SIBYL, una persona pueda conectarse a distancia con la Consciencia de otras, percibiendo sus ideas o preocupaciones, así como sus emociones y estados de ánimo en ese preciso momento de sus vidas. Lo que sería imposible si esos pensamientos y emociones se ubicaran en el cuerpo físico, pero que resulta perfectamente posible si esas informaciones se sitúan en un nivel no físico, como el de un Campo de Consciencia al que se podría acceder desde el de otra persona dotada de un elevado nivel de Consciencia. Desde tiempo inmemorial los seres humanos hemos experimentado percepciones y vivencias inexplicables desde la lógica del mundo físico, como las relacionadas con la intuición, los sueños premonitorios o las sincronicidades que tanto interés despertaban en Carl G. Jung. Así como también hemos podido constatar la existencia de capacidades humanas superiores en algunas personas especialmente dotadas para la clarividencia, la visión remota o la precognición. Capacidades de la Consciencia humana que nos pueden resultar tan inexplicables como los resultados experimentales de la Física Cuántica. Por lo que, quizás, deberíamos preguntarnos, ¿Qué pueden tener en común?
Las capacidades humanas superiores de la Consciencia, más allá de la Razón y de los límites del espacio-tiempo
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Los grandes enigmas y cuestiones pendientes de explicación que nos plantean la Física Cuántica y las capacidades humanas superiores tienen en común que desafían las leyes y los límites del espacio-tiempo. Es por ello que, cada vez con mayor rotundidad, la Física se refiere a la existencia de un Universo o realidad no local, es decir, ajena al espacio y el tiempo, como única explicación posible a los resultados experimentales en el mundo subatómico. En el que, no debemos olvidar ni pasar por alto, que se encuentran los fundamentos y origen del Universo físico. Por lo que hay sobrados motivos para reconocer que esa realidad invisible sea incluso más real que la del mundo visible, el que sería solo una forma o manifestación visible de un fondo o realidad invisible, del que ya sabemos que representa menos de un 5% del Universo completo. Una realidad o Universo paralelo al nuestro con el que podríamos conectar a través de las capacidades humanas superiores de nuestra Consciencia más elevada. Lo que podría dar explicación a muchos de los fenómenos relacionados con capacidades extrasensoriales.
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La Consciencia, en cuanto a campo de conocimiento acumulado, podemos imaginarla como un mar interior que se nutre de las aguas de dos ríos: la Razón y la Sensibilidad. El primero ha sido ampliamente reconocido y exaltado, en tanto que el último ha sido el gran olvidado e ignorado para la generación de conocimiento. Sin embargo, su aportación ha sido fundamental para el avance de las ciencias y las artes, en forma de inspiración. Ese destello fugaz de visión y comprensión que siempre ha permitido a los grandes genios de la humanidad alumbrar sus mejores ideas. La que marca la diferencia entre la genialidad y la inteligencia, pues es bien sabido que las grandes ideas surgen de personas muy inteligentes, pero no de las que han tenido el cociente intelectual más elevado. El don que siempre han tenido los grandes genios ha sido el de una visión que alcanzaba más allá del horizonte que los demás alcanzaban a ver, por lo que podríamos considerarlos como auténticos visionarios. Una realidad que es de aplicación a todos los ámbitos de actividad humana como, por ejemplo, la economía, en la que hasta el don que otorga el éxito a los mejores empresarios se conoce como visión de negocio. Podemos pensar que esa visión fugaz de los grandes genios de la Ciencia, las artes o los negocios sea resultado de un proceso mental interno especial del que muy pocos estarían dotados. Sin embargo, desde la perspectiva de Campos de Consciencia, la explicación podría ser otra, la de una fugaz conexión con el Campo de Consciencia que contiene ese conocimiento. Para que se entienda mejor, nos referiremos a los dos grandes ejes sobre los que podría estar estructurado el Orden Universal. Unos ejes que, naturalmente, son imaginarios, pero que pueden ayudar a nuestra mente a comprender lo aparentemente incomprensible.
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El eje horizontal es el del Universo Autocontenido y Fractal, el que podemos reconocer en la estructura por la que lo pequeño, se reproduce en lo grande en una escala de magnitudes que abarca desde las moléculas a los cúmulos de galaxias, pasando por la estructura atómica de los elementos, la de los aminoácidos, las células, los organismos, los planetas y sistemas solares. Una escala de una grandiosidad inabarcable, en la que los sistemas de cada nivel son solo subsistemas de otro mayor que los incluye a todos, y así sucesivamente, desde lo infinitamente pequeño del microcosmos a lo infinitamente grande del macrocosmos. Una perspectiva que quedó perfectamente reflejada en el conocido corto documental titulado "La potencia de diez". Así es el eje horizontal del Universo visible y observable por nuestros ojos e instrumentos tecnológicos de observación.
Los ejes imaginarios del Universo nos ayudan a entenderlo
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Sin embargo, nos queda por descubrir el eje vertical del Universo Espejo, no físico e invisible a los ojos e instrumentos físicos. El lado oculto de la realidad, la variable o factor oculto que podría dar explicación a muchas de las anomalías del actual paradigma. Como las relacionadas con los grandes enigmas de la astrofísica, la física cuántica, las ciencias de la vida o las capacidades superiores de la consciencia humana. Para las que se han concebido ideas como las de la materia y energía oscuras, la teoría de campo unificado, realidad no local o los campos de resonancia mórfica. Las que nos refieren a una energía no física, a campos de energía no físicos, a una Quinta Dimensión más allá de las cuatro del espacio y el tiempo o una quinta fuerza en interacción con las cuatro fuerzas fundamentales de la física. Y, siendo que el resultado de la acción de esa fuerza, energía y/o dimensión son los modelos de orden que podemos observar, cabe pensar en ellas en términos de fuerza ordenadora o Inteligencia y Consciencia. Un más allá del horizonte del actual conocimiento humano que estamos llamados a descubrir.
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Siendo así como podemos empezar a concebir la existencia de un campo de energía de una sola dimensión. Una Quinta Dimensión no sometida a los límites del espacio-tiempo y que podría ser la causa última del orden implicado al que se refería el físico cuántico David Bohm. Una dimensión cuya esencia constitutiva podría ser la de la Consciencia, por los motivos ya expuestos. Y, si convenimos en que todo es energía en el Universo, ¿Qué clase de energía sutil podría ser la propia de la Consciencia? Sí cerramos los ojos y evocamos la imagen de nuestros seres queridos, de nuestro hogar, de un espacio natural especialmente bello o del lugar donde nacimos, podemos verlos en nuestro interior. Siendo esa la Luz de nuestra Consciencia, distinta de la luz física que ilumina los objetos en el mundo exterior y que, como todos sabemos, son solo radiaciones de energía, de las que nuestros ojos solo son capaces de captar una pequeña parte conocida como espectro de luz visible. Mientras que la Luz Interior de nuestra Consciencia ni siquiera precisa de ella, pues incluso los invidentes son capaces de crear en su interior una imagen de sus seres queridos, de su hogar y de todo cuanto otros experimentamos a través de la mirada, pero mirando la realidad con sus propios ojos, los de su propia Consciencia. Así pues, si habíamos reconocido que la esencia de la Consciencia es la de ser causa última del Orden y, por ende, de la Unidad, ahora podemos ser conscientes de que su naturaleza es la de la Luz Interior.
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La propia idea de Luz Interior hace referencia a la interna de cada Ser o forma de existencia. Una Luz que es y representa el principio de Orden y Unidad en armonía en el seno de cada organismo, campo colectivo de especie, consciencia humana y cualquier otra forma o estructura de alta complejidad, cuya creación cabe atribuir a alguna forma de Inteligencia y Consciencia. Por lo que, tras la forma visible de cada una de ellas, debemos ser conscientes de que hay un Campo invisible de energía consciente responsable de su creación y permanencia. Y así como reconocemos que la hay tras cada creación humana, debemos empezar a reconocerla en la diversidad de creaciones de la naturaleza y del propio Cosmos, cuya complejidad es mucho mayor de lo que jamás hubiéramos podido imaginar, como hemos podido comprobar a través de la Física Cuántica o la Astrofísica, entre otras muchas disciplinas científicas. De tal manera que, al Universo Autocontenido y visible, de energía y materia físicas, al que antes hacíamos referencia, se superpone un Universo Espejo e invisible, de energía y Consciencia no físicas. Una realidad especular por la que la materia y los Campos de Consciencia están estrechamente interrelacionados, generando procesos continuados de retroalimentación, como los que nosotros mismos experimentamos en la relación entre nuestro cuerpo y mente. Y así como observamos una escala creciente de magnitudes entre el microcosmos y el macrocosmos del Universo físico Autocontenido, por el que sistemas sucesivamente mayores incluyen a los menores que lo conforman, del mismo modo sucede con los Campos de Consciencia, como también la psicología nos ha descubierto que ocurre en los nuestros, por los que a nuestro nivel Consciente, le suceden sucesivos niveles Inconscientes, que incluyen memorias reprimidas u olvidadas de nuestro pasado personal, o el de nuestro linaje familiar y, finalmente, el del Inconsciente Colectivo de los pueblos y de la humanidad. Y que podemos imaginar como esas matriochkas rusas, en las que cada una de ellas contiene a otras en su seno. Pues bien, de la misma manera, cada Campo de Consciencia en el Universo contiene a otros y, así sucesivamente, entre lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, hasta abarcar la Totalidad del Cosmos. Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿Dónde se encuentran los límites entre unos y otros? ¿Qué determina la existencia de una Consciencia individual diferenciada de otras? ¿Qué es lo que nos indica que tiene Luz propia en su interior y no sólo la Luz tomada de un nivel superior?
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La presencia o ausencia de una Voluntad propia es lo que marca la diferencia. Siendo éste precisamente el caso de la especie humana en relación a las demás, el libre albedrío que nos caracteriza y nos hace responsables de nuestros propios actos. Una Voluntad propia que sólo pudo emerger cuando alcanzamos el nivel de Autoconsciencia, reconociéndonos como un Ser individual, diferenciado de los demás. Desde ese preciso momento de nuestra evolución, ya no nos guiaríamos sólo por los impulsos marcados por el instinto inscrito en nuestro Campo de Consciencia de especie, sino también por nuestras propias decisiones. Siendo así que en nosotros coexisten dos niveles principales de Consciencia, el individual y el colectivo. Lo que no ocurre con un pájaro, un escorpión o una lagartija, por poner algunos ejemplos. Sin embargo, en animales superiores más evolucionados, y que conviven con nosotros, como mascotas o animales de compañía y de trabajo, como los perros, gatos o caballos, sí empezamos a percibir algunos rasgos propios que asociamos a los de una incipiente personalidad individual. Porque, finalmente, ese Campo de Consciencia que conocemos como Alma, también ha surgido como resultado de un largo proceso evolutivo, que todavía sigue y que nos llevará a niveles de elevación de nuestra Consciencia y capacidades humanas superiores que ahora nos parecerían inalcanzables. De manera que podemos reconocer que la Tríada completa de la Consciencia está constituida por Inteligencia, Memoria y Voluntad. Siendo ésta última la que marca la diferencia y otorga rasgos de individualidad. Una Voluntad que, sobre todo, implica la capacidad de establecer propósito, dirección y sentido a la propia existencia individual. Un rasgo que también podemos reconocer como propiamente humano. Por lo que podemos concluir que somos Seres dotados de Consciencia individual y, por tanto, de Luz propia, además de la compartida con los demás miembros de nuestra especie o la del Campo de Consciencia que engloba todas las especies en Gaia, nuestro planeta.
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Por otra parte, si admitimos como ciertos los miles de testimonios documentados de personas que regresaron de ese más allá del actual conocimiento humano que es la frontera entre la vida y la muerte, el mundo físico y el espiritual, no físico. ¿Qué dicen haber visto al final del túnel que estaban recorriendo entre ambos mundos? Una Luz blanca muy pura. Y, en la mayoría de éstos casos, sus seres queridos ya fallecidos, esperándoles. Todo ello mientras era su propio Campo de Consciencia, lo que conocemos como Alma, el que transitaba por aquel túnel después de haber abandonado su cuerpo físico. Entonces, ¿Cómo podemos interpretar todo ésto? ¿Qué hay más allá del umbral de esa Luz que ninguno de los testimonios de ECM's ha atravesado? ¿Es ese túnel también un paso hacia esa otra Quinta Dimensión, que identificábamos como origen, fuente o causa última de orden y Unidad? La respuesta a éstas preguntas nos abre a la visión de un Universo mucho más perfecto y maravilloso de lo que hubiéramos podido imaginar y que ahora empezaremos a descubrir.
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Un tercer eje, transversal a los del Universo Autocontenido y Espejo antes expuestos, completa y complementa a los anteriores. Siendo éste el llamado Universo de Representaciones, en referencia a la relación entre la Consciencia del observador y el objeto de observación, del mundo interior con el exterior. El que nos hace consciente de dos hechos fundamentales, siendo el primero de ellos el de que nuestra mente sólo nos ofrece una imagen o representación de la realidad, en tanto que el segundo se refiere a la interrelación e influencia mutua entre el Campo o Sistema del que formamos parte y el nuestro propio, así como de éste con los subsistemas que lo integran. Si tomamos el ejemplo de la luz física, sabemos que son radiaciones que nuestros órganos de visión captan y nuestra mente interpreta para nosotros, mostrándonos formas y colores que nos permitan movernos en nuestro entorno físico. De la misma manera que sabemos que la interpretación de la realidad, es determinante de nuestras emociones y acciones, y así como influimos en nuestro entorno, éste igualmente nos influye a nosotros en un proceso continuado de retroalimentación positiva o negativa. Resultando de todo ello una estructura de tres ejes, naturalmente imaginarios, pero que nos pueden permitir orientarnos mejor en la realidad ampliada, del Universo visible e invisible, que estamos empezando a descubrir, tal y como un mapa es solo una proyección en papel de una determinada geografía que, sin ser la realidad misma, nos permite conocer, avanzar y alcanzar nuestro destino con relativa seguridad.
La exploración del Más Allá desde el conocimiento humano
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Siempre ha habido y habrá un más allá del horizonte de conocimiento de la Ciencia en cada tiempo y lugar. Durante miles de años todo hacía pensar que la Tierra era plana y que, más allá del Océano Atlántico, no había nada, tan solo un abismo por el que se precipitarían quienes se atrevieran a navegarlo. En la Edad Media los mapas solo abarcaban los continentes de Eurasia y África, suponiendo que no había otros por descubrir. En aquel tiempo, las clases cultas ya sabían de la esfericidad de nuestro planeta, pero todavía nadie se atrevía a cruzar aquel océano, hasta que un navegante intrépido y motivado por su convencimiento de que se podía atravesar y llegar hasta las Indias por aquella nueva ruta, alcanzó las costas de América, abriendo así una nueva Era para la humanidad. De manera parecida, desde hace siglos, el Paradigma Mecanicista nos muestra un mapa de la realidad exclusivamente materialista, pretendiendo que no hay nada más allá de la materia y energía físicas. Y, aunque los conocimientos que nos ha proporcionado sobre el mundo físico siguen siendo muy valiosos, estamos empezando a ser conscientes de que solo es la mitad del mapa completo del Orden Universal. Siendo el mayor reto de nuestro tiempo el descubrimiento de ese "Nuevo Mundo" que, en realidad, no es nuevo sino eterno, al no estar regido por el paso del tiempo. Así como no se encuentra en dirección hacia ninguno de los cuatro puntos cardinales, sino hacia el interior más profundo del Orden Universal, su origen y fundamentos. Un viaje hacia el interior que, como ya hemos expuesto anteriormente, la Ciencia ya ha iniciado. Pero que está encontrando en éste nuevo camino grandes dificultades para avanzar, pues, para adentrarse en ese océano desconocido de una dimensión no física, apenas es posible utilizando las herramientas e instrumentos físicos. Por analogía, resulta tan vano como tratar de ver y estudiar el cielo nocturno estrellado, tratando de iluminarlo con un potente foco de luz eléctrica que, aunque sí es adecuado para iluminar el suelo o cualquier superficie sólida, permitiendo verla en todos sus detalles, no lo es para el estudio del cielo. Sabemos que la forma correcta de hacerlo es recogiendo la información que nos llega de las radiaciones emitidas en distintas longitudes de onda de luz por los cuerpos celestes, mediante telescopios o sondas espaciales. Pero, ¿Qué tipo de instrumentos podríamos utilizar para recoger información de esa Quinta Dimensión no física? Parece obvio que deberían ser instrumentos de observación no físicos. Y si la naturaleza de su Luz o energía sutil es la de la Consciencia, como hemos argumentado con anterioridad, seguramente el mayor potencial de exploración se encuentre en las capacidades superiores de nuestra propia Consciencia.
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Todo es energía en el Universo. Y lo que nos transmite la energía es información. Como la antes comentada en relación a los instrumentos utilizados en astrofísica para estudiar el Cosmos estrellado o los de la medicina moderna, como los rayos X, Tomografías o Resonancias Magnéticas para obtener información del interior de nuestros cuerpos físicos. Instrumentos muy sofisticados y sensibles, pero no tanto como nuestra propia Consciencia para poder percibir la energía sutil de los Campos de Consciencia. Mediante todo el potencial de Sensibilidad que hay en nosotros y que algunas personas han podido desarrollar, pues es un don o capacidad humana como puedan serlo cualquiera de las demás formas de inteligencia, como las matemáticas, la música o la danza, para las que unos están más dotados que otros. Desde ésta perspectiva se puede entender que una persona con esas capacidades suficientemente desarrolladas pueda conectarse a distancia con el Campo de Consciencia de otra para facilitarle información y consejos sobre su estado emocional y anímico en ese momento, como comentábamos en la tesis 17 en relación a la técnica de SIBYL. Decíamos también, en la misma, que ese tipo de capacidades humanas superiores de la Consciencia se caracterizan por vulnerar los límites del espacio-tiempo, como en el caso de la clarividencia, la visión remota o la precognición. Siendo ésta, una característica que éstas experiencias de la Consciencia humana comparten con los experimentos de Física Cuántica, en los que los fenómenos de superposición o entrelazamiento cuántico sólo encuentran explicación desde la existencia de un Universo no local o, lo que es lo mismo, de una Quinta Dimensión ajena al espacio-tiempo. La que, como también comentamos en la tesis 7 sobre el famoso experimento de la doble rendija, parece estar muy directamente relacionada con la Consciencia. Apuntando todo ello a que las capacidades superiores de la Consciencia humana podrían operar a través de esa Quinta Dimensión o, en términos de la Ciencia actual, de un plano cuántico unificado. Recogiendo informaciones a las que, de otro modo, sería imposible acceder.
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En los llamados estados ampliados de Consciencia muchas personas afirman haber experimentado, en distintas formas, su conexión con la Unidad. Una percepción de la realidad unitaria que subyace bajo la apariencia de diversidad y separación del mundo físico, que, en muchas ocasiones, cambió sus vidas para siempre. Éste tipo de experiencia espontáneas y las resultantes de la aplicación de técnicas como SIBYL que permiten esa conexión a voluntad, son portales que se abren para darnos acceso a esa Quinta Dimensión. Siempre, de manera natural, sin inducción hipnótica o uso de sustancias de ningún tipo, puesto que se trata de una capacidad natural del ser humano. Naturalmente, nos podríamos preguntar, hasta qué punto, se pueden validar o comprobar la veracidad de las informaciones recibidas a través de canales de la Consciencia humana. Los relativos a SIBYL a distancia y otras capacidades extrasensoriales aplicadas en beneficio de otras personas, su validez la pueden confirmar esas mismas personas. Cuando, sin disponer de ninguna información previa sobre ellas, se les facilitan informaciones que sólo ellas conocen y con las que se identifican plenamente. Cuando son informaciones sobre esa misma Quinta Dimensión o sobre el Orden Universal, a nivel cosmológico o de ciencias de la vida, su validez puede contrastarse en los resultados obtenidos por la aplicación práctica de esos conocimientos, cuando esto sea posible, o en comprobar si encajan con los conocimientos científicos disponibles y si pueden dar así una respuesta coherente y razonada a las distintas “anomalías” del actual modelo cosmológico. Por lo que, cuando se trata de explorar el Universo no físico, holístico o unitario, debemos desplegar primero las capacidades sensibles de nuestra Consciencia, para utilizar después la razón lógica, el otro gran río que nutre el mar de nuestra Consciencia, en el análisis de las informaciones obtenidas. Siguiendo así la metodología científica, que pasa primero por la obtención de datos a través de instrumentos sensibles para ese fin, para después analizarlos y sacar conclusiones mediante la razón y la lógica. Y, como sucede en la elaboración de toda teoría científica, cuando las piezas encajan, podemos exponerla públicamente y ponerla a prueba. Siendo ésta la tarea que hemos venido realizando a lo largo de muchos años y que, ahora, presentamos en forma del libro “La Cosmovisión de la Consciencia” y las tesis que estamos planteando.
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Así como la luz física se ha revelado como la clave y medida de todas las cosas en el Universo físico, también podría ser igual en el Universo no físico de esa Quinta Dimensión, cuya naturaleza y esencia serían las de la Consciencia. Una Consciencia cuya naturaleza hemos identificado como Luz Interior, cuando nos referimos a la nuestra, incluyendo todos los niveles en los que se manifiesta, como los del subconsciente individual o el inconsciente colectivo. Pero que, como también comentamos, está también presente en los Campos del Inconsciente colectivo de otras especies de seres vivos. Lo que podría llevar a preguntarnos, ¿En qué otros niveles del Cosmos podríamos hallar Campos de Consciencia como explicación a la organización interna de los sistemas complejos? La respuesta a ésta cuestión debería ser… en cualquier nivel en el que la complejidad no pueda ser explicada por el azar o casualidad formativa. Una cuestión que retomaremos más adelante, a partir de la tesis 36, pues tiene que ver con el llamado Universo Espejo, al que nos referimos en la tesis 38 y que es un tema que, ahora, pasamos a abordar.
El Universo de Planos y Campos de energía
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Como sabemos, y ya hemos destacado, la Luz es la medida de todas las cosas en el Universo físico, como la de las distancias astronómicas o la energía. Así como también podemos inferir que lo sea la de la Consciencia en el Universo no físico. Podemos entender la luz como energía en movimiento vibrando en distintas escalas de frecuencia, como las reflejadas en el espectro electromagnético, entre las de más baja frecuencia, como las de radio, microondas o infrarrojas y las más elevadas de los rayos gamma o los cósmicos de alta energía, pasando por los ultravioleta y el espectro de luz visible a nuestros ojos. Teniendo en común todas ellas que pueden ser percibidas, reconocidas y mesuradas por nuestros instrumentos físicos y tecnológicos de observación. Lo que las diferencia la Luz de los Campos de Consciencia, que ninguno de ellos es capaz de captar, por tratarse de energía no física. Por lo que, para entendernos mejor, a partir de éste momento, nos referiremos a las primeras como formas de Energía Densa, diferenciadas de las de Energía Sutil de la Consciencia.
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Aunque los escáneres de nuestro cerebro puedan llegar a identificar los grupos de neuronas o áreas de actividad neuronal implicadas en distintos pensamientos, recuerdos o actividades humanas, no se puede inferir de ello que la Consciencia humana esté confinada en el interior de nuestro cerebro. Sino, más bien, que existe una conexión entre ambas, como la que sabemos que existe entre los aparatos de radio, de TV o teléfonos móviles con el espacio electromagnético de ondas hertzianas. En la que éstos actúan como emisores y receptores de información, codificando y decodificando, los scontenido del campo o espacio de ondas de luz a su alcance. Por supuesto, además de actuar como fuerza ordenadora o inteligente, como nuestros propios ordenadores o smart phones, que también tienen su propia memoria. Pero que es mínima en comparación con la existente en la "nube" y los grandes nodos de comunicaciones y almacenamiento de información a las que se conecta cada uno de esos aparatos. Como la psicología nos descubrió que sucede con la Consciencia humana, en la que el nivel consciente y de recuerdos personales, es solo una pequeña parte de nuestra Consciencia, en comparación con los niveles del Inconsciente individual y colectivo a los que también estamos conectados. E, incluso la individual, tampoco estaría confinada en el cerebro, como parecen demostrar las numerosas evidencias recogidas de ECM, en las que la Consciencia de personas sin actividad cerebral seguía activa. O la conexión a distancia del Campo de Consciencia de una persona con la de otras, como en SIBYL. Por lo que suponer que la Consciencia se encuentra en el cerebro sería caer en un engaño como el de la alegoría de la caverna de Platón en la que las personas confundían las sombras que veían proyectadas en las paredes de la caverna con la realidad que las originaba desde la luz del mundo exterior. Siendo así que hemos de aprender a distinguir la diferencia entre las energías densas de la luz física y la Energía Sutil de la Luz de la Consciencia, que se sitúa en una escala de vibración muy superior.
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Una nueva perspectiva que nos abre a la visión y comprensión de cómo la energía se organiza y distribuye en el Universo en distintos planos de existencia y vibración. Siendo los más evidentes los planos físico, emocional y mental, y que se corresponden con escalas o niveles distintos de la energía, que nosotros mismos podemos experimentar y reconocer. Pues no es lo mismo la luz y el calor físico que, como el del Sol o el que nos proporciona una hoguera en la noche, nos permiten ver nuestro entorno físico y calentar nuestros cuerpos, de la Luz y calor emocional que sentimos por las sensaciones de placer, las emociones de deseo y atracción o los sentimientos de Amor, por los que vemos la vida con otro color y sentimos un calor especial en nuestro corazón. Siendo así que las emociones nos hacen sentir vivos en la retroalimentación entre nuestro cuerpo emocional y el físico, tan estrechamente entrelazados entre las energías de los planos emocional y físico. Y que también son distintas de la energía del Plano Mental en el que es la Luz de las ideas y pensamientos la que brilla en el interior de nuestro Campo de Consciencia mental. Una mente que cada vez se entiende más como intérprete y creadora de nuestra realidad, por cuanto nos proporciona una imagen interna del mundo exterior y de nosotros mismos, al tiempo que trata de ser predictiva y proyecta opciones o escenarios de futuro de los que prevenirnos, cuando se perciben como amenazas, o hacia los que dirigirnos en el caso de posibles oportunidades. Una Consciencia humana que nos otorga el que siempre hemos identificado con el poder de los dioses: el Poder de la Creación. Siendo así como hemos podido crear todo un mundo, el de la civilización, en forma de ciudades, vías y sistemas de comunicación y todo tipo de creaciones artificiales, superpuesto al mundo natural. Porque, todo cuanto hemos creado y vemos a nuestro alrededor se ha gestado en la mente o Campo de Consciencia de las personas que las concibieron como ideas que, luego, se materializaron en formas físicas. Desde las hojas de papel o el móvil, tablet o laptop en que estás leyendo éste libro, la silla o sillón en los que te sientas, las lámparas que iluminan tu casa o los vehículos con los que te desplazas. Por lo que cabe preguntarnos, ¿Qué clase de formas de existencia son nuestras ideas y pensamientos?
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Cuando vemos ideas e imágenes que son producto de nuestra mente, ¿Podemos considerar que son formas que, existen o no, en realidad? Desde la percepción materialista actual, no son reales ni se considera que existan hasta que no se materializan. Pero, precisamente, lo que la Física Cuántica y la psicología más avanzada está empezando a mostrarnos es que la realidad material es solo una mínima parte de la realidad completa. Por ejemplo, sabemos que nuestra mente individual está conectada e influida por los arquetipos universales de nuestro Inconsciente Colectivo, los que se dan en personas de todas las culturas y todos los tiempos. Entonces, siendo tan grande y permanente su influencia en nuestras vidas, ¿Podemos seguir considerando que no existen o no son reales o debemos ampliar nuestra propia percepción y entendimiento de lo que es real? Por supuesto, reconociendo que se trata de otro tipo de realidad, con características diferenciadas de la física o material. Características como las de una impresionante versatilidad en comparación con la rigidez del mundo material. De manera que esos arquetipos a los que nos referimos se manifiestan de forma distinta en los sueños y vivencias de cada ser humano, en función de sus propios rasgos, necesidades o deseos individuales. Así como, cuando un arquitecto, un ingeniero o un artista, diseñan mentalmente un rascacielos, un nuevo modelo de coche o una gran pintura mural, cada una de esas imágenes creadas es tan versátil que puede tomar distintas formas y colores o estar constituida de diferentes materiales. Mientras que, cuando esas ideas toman forma en un rascacielos, un coche o un mural en una determinada ciudad, la rigidez es total, cada una de ellas es lo que es y ya no puede ser otra cosa. En la realidad mental, esas creaciones podían estar en cualquier lugar, creadas o pintadas de cualquier elemento o color, pero no así en lamaterial. Lo que, inevitablemente, nos recuerda la enigmática característica de superposición y la ubicuidad en el mundo subatómico de la Física Cuántica, por la que una partícula puede tener todos los estados al mismo tiempo o estar en cualquier lugar, hasta que, la presencia de la Consciencia de un observador hace que tome la forma de partícula o pueda determinarse su posición.
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La realidad o estructura completa del Cosmos podría incluir un Universo físico, visible y material y otro no físico, invisible y mental. Se trata de una posibilidad que, a medida que se acumulan más datos y observaciones científicas, resulta cada vez más plausible como explicación de muchos de los fenómenos hasta ahora inexplicables en Física Cuántica y Astrofísica. Incluso, a medida que hemos ido obteniendo y cartografiando una imagen más completa del Cosmos físico, incluyendo los filamentos que conectan el espacio intergaláctico, descubrimos que su estructura morfológica es similar a la de las redes neuronales del cerebro, lo que ha llevado a algunos científicos a plantear la hipótesis de que la naturaleza del Universo sea mental. Si así fuera, ello implicaría la existencia de una Inteligencia y Consciencia universales. Las que se corresponderían con dos planos de energía interrelacionados, según se desprende de las investigaciones realizadas hasta ahora mediante las herramientas disponibles de exploración de la Consciencia previamente comentadas.
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Lo que nos lleva a reconocer la existencia de un plano Causal o Simbólico de gestación de los sucesos, que sería el equivalente a una Inteligencia Universal o fuerza ordenadora en el Cosmos. Durante mucho tiempo prevalecía entre la comunidad científica una visión del Orden Universal marcada por la llamada marcha entrópica, el convencimiento de que la flecha evolutiva del Cosmos apuntaba en dirección a un fin de progresivo e imparable avance del desorden. Sin embargo, en la actualidad, emerge una visión muy distinta, la de una fuerza y evolución antrópica que se manifiesta en un incesante incremento del orden y la complejidad. Lo que nos lleva a plantear una cuestión central. ¿Es posible generar estructuras de muy elevada complejidad de manera casual, solo mediante una interminable sucesión de intentos fallidos, de ensayo y error? Ya nos hemos referido con anterioridad a la necesaria intervención de algún tipo de Inteligencia Vital en la gestión de los billones de células de organismos vivos como nuestro propio cuerpo y su morfogénesis. Pero, ¿Puede haber sido necesaria una Inteligencia y Consciencia Primordiales en la propia génesis del Cosmos capaz de explicar su complejidad?
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Como decíamos, la energía en el Universo podría estar organizada en una escala de Planos o niveles, de los que hemos identificado los inferiores, como los correspondientes a las energías Física, Emocional y Mental y, en referencia a los superiores, nos hemos referido al Plano Causal o Simbólico de gestación de las cadenas de sucesos y que, por tanto, equivaldría a esa Inteligencia Primordial a la que antes nos referíamos. En tanto que el Plano de conocimiento o Consciencia Primordial sería el llamado Plano del Espíritu. Y, si aquel era el de la fuerza ordenadora, éste sería el del Orden y la Unidad más perfectas. Sin embargo, aún nos queda por nombrar un tercero, el Plano del Alma. La que, como ya sabes, entendemos como el Campo de Consciencia individual o de Formas de Luz de Consciencia que constituye nuestra propia esencia, la que sobrevive a la muerte según han mantenido siempre las distintas tradiciones espirituales y que, ahora, la investigación científica está comprobando en los casos de ECM – Experiencias Cercanas a la Muerte -. Siendo la principal diferencia de éste plano con los del Espíritu y el Causal o Simbólico que, así como aquellos conforman la Unidad, el Plano del Alma es el último en el que está presente la individualidad de cada uno de nosotros, en comunión con la Luz y Unidad primordiales de las que procedemos y a las que regresamos, en el llamado Plano del Alma de esa Quinta Dimensión fuera del espacio-tiempo. Lo que puede dar explicación a cuanto explican, muchos de quienes han experimentado ECM’s, de que sus familiares fallecidos venían a recibirles, lo que podría darse incluso habiendo encarnado nuevamente. Y lo que también implica que esa Quinta Dimensión está entrelazada con las otras cuatro del espacio-tiempo y presente entre nosotros. Siendo así que el llamado Más Allá, en realidad, está aquí, en cada tiempo y lugar de nuestra existencia.
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Siendo así que las Energías Sutiles interpenetran las densas, aunque no al revés, en la escala de planos de energía. Por lo que la visión más amplia y completa de nuestro Universo, sería la de Planos y Campos de Energía, en una sucesión o escala que conocemos como la del Universo Espejo, superpuesto al Autocontenido y el de Representaciones. Y si, la presencia de Campos de Consciencia, tras cada forma de existencia compleja, forma parte de esa visión, su nivel más elevado lo hallaremos en la visión de los Planos Superiores de Energía Sutil englobando los Planos Inferiores de energías más densas. Por lo que el Plano del Espíritu podemos entenderlo como el que todo lo abarca en el Universo, así como el Causal o Simbólico el que todo lo organiza, uniendo las partes en el Todo de la Unidad Primordial que subyace bajo la infinita diversidad de formas y apariencias. Y que también podría ser el Orden Implicado o subyacente que buscaba David Bohm y tantos otros investigadores, espíritus inquietos y valientes como el suyo, que se atrevieron a presentar sus propias teorías, sobrepasando los límites del viejo paradigma cartesiano y a riesgo de ser juzgados y condenados por defender con honestidad sus convicciones.
La recta final hacia un nuevo paradigma
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Cuando, en tiempos relativamente recientes, la Ciencia pudo contar con ordenadores suficientemente potentes como para simular lo que sucedería si se cambiaran los valores de algunas de las constantes cosmológicas, descubrieron con asombro que, cualquier mínima variación, generaría universos no aptos para la vida. Lo que venía a significar que la existencia de nuestro Universo se debía a un diseño extremadamente preciso, en lo que llamaron Fine Tuning o Ajuste Fino de todas y cada una de las principales constantes universales, como la velocidad de la luz, la masa del protón, las fuerzas gravitatoria y electromagnética o las nucleares fuerte y débil, entre otras. Una capacidad que, naturalmente, no podía ser atribuible a la masa ultradensa y caótica que se supone dio inicio al Big Bang. Buscando una explicación alternativa a la de una Inteligencia Universal, los defensores de la idea de la construcción casual y no causal de la complejidad, propusieron la idea de que hubieran habido millones de Big Bang dando lugar a otros tantos universos estériles, hasta que, por azar, uno de ellos acertó con las medidas exactas, el nuestro. Una posibilidad que quedó descartada cuando el cálculo de esa probabilidad arrojó como resultado 10 elevado a 229. Otras teorías, como la de la fluctuación del vacío, han tratado de dar una explicación alternativa al origen del Cosmos, pero sin ofrecer tampoco respuesta a la cuestión central sobre la causa explicativa de la formación de estructuras de elevada complejidad. Todo con tal de evitar darnos la respuesta más lógica y natural como explicación: la intervención de una Inteligencia Superior.
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Según el método lógico y filosófico conocido como la Navaja de Ockham, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es la más probable. Siendo éste el caso en relación al Ajuste Fino de las constantes cosmológicas o de la morfogénesis de los seres vivos. La de una Inteligencia Superior creadora y sustentadora del Orden Universal. Naturalmente, nos referimos a una Inteligencia muy distinta de la nuestra, siendo que corresponde a un Plano de energía sutil distinto del Plano Mental de la nuestra, la del Plano Causal o Simbólico antes citado. Tan diferente como pueda serlo el Universo de polaridad y espacio-tiempo de cuatro dimensiones, del de una única dimensión que reconocemos como Quinta Dimensión. Motivo por el cual la completa comprensión de su funcionamiento queda totalmente fuera del alcance de nuestra mente de polaridad, para la que solo son inteligibles las coordenadas que se despliegan entre el aquí y el allá, el antes y el después o para distinguir entre esto y lo otro. Una dificultad tan insalvable como pueda serlo, por los mismos motivos, el funcionamiento de la Física Cuántica para nuestra mente lógica. Lo que no impide que el reconocimiento y aceptación de la existencia de esa realidad pueda otorgarnos mayor comprensión global y beneficiarnos en nuestras vidas, a nivel espiritual, anímico, ético y social.
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La aceptación de las cada vez más numerosas evidencias de la presencia de esa Inteligencia y Consciencia Primordial en el Orden Universal, presenta resistencias parecidas a las que encontró Galileo Galilei a sus pruebas de que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol y no al revés. Se encontraba vigente entonces un Paradigma Teológico que se resistía a ser desplazado, lo que le llevó a ser juzgado por el tribunal de la Inquisición, que lo halló sospechoso de herejía, condenándolo a prisión y obligándole a retractarse. Descartando así que la teoría heliocéntrica pudiera ser cierta por no ajustarse a las enseñanzas de la Biblia y de algunas de las ideas que Aristóteles había formulado dos mil años antes y que Tomás de Aquino había adaptado al cristianismo…….
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En la actualidad, los defensores a ultranza del viejo Paradigma Mecanicista, también se permiten juzgar y condenar públicamente a cuántos se atrevan a cuestionarlo en cualquiera de sus ideas principales, establecidas hace siglos. Lo que hacen mediante la descalificación y condena al ostracismo de los pensadores y científicos cuyos postulados desborden el marco de observación y creencias preestablecido. Cuando el progreso científico consiste, precisamente, en ampliar nuestro campo de visión. Como el que nos proporciona cada nuevo paradigma, ensanchando nuestro marco de visión y comprensión en relación al que le precedía. Y así como en el pasado eran los mitos sobre el origen del mundo y la humanidad los que fundamentaban el dogma, ahora también sucede de manera parecida con la arraigada creencia de que la materia originó la vida y, finalmente, la Consciencia, como epifenómeno o subproducto de aquella. Pero, ¿Y si fuera al revés?
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¿Y si la Consciencia fuera el origen de la materia? Estamos tan acostumbrados a pensar lo contrario, que puede resultarnos difícil asumir que sea así, como les debió resultar a los coetáneos de Galileo asumir que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol. Cuando lo que veían sus ojos, durante milenios, era al astro solar salir por el Este, circunvalar el cielo y desaparecer por el Oeste, completando su círculo durante la noche, en el otro extremo del mundo, hasta el siguiente amanecer. Parecía entonces evidente que el Sol giraba en torno a nosotros y nuestro planeta. Y, sin embargo, finalmente descubrimos que no era así. De la misma manera que estamos empezando a descubrir que es la Consciencia la que genera la materia. Como en el experimento de la doble rendija en la que la Consciencia del observador provoca el colapso de la función de onda y el surgimiento de partículas. Entonces, ¿Por qué no habríamos de considerar la posibilidad de que la Energía Sutil de una Quinta Dimensión, cuya naturaleza y esencia fueran las propias de la Consciencia, pudiera ser el origen de la materia y energía físicas, y su expansión? Finalmente, se trataría de una transferencia de un tipo de energía a otra, respetando el principio de la física establecido por Lavoisier de que "La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma". En lugar de considerar que ese origen fuera una masa ultradensa de partículas surgidas de la Nada. O, como sostiene una de las más recientes teorías, de una fluctuación del vacío, en la que podría ser una explicación que respetaría los principios de la física, aunque, como antes decíamos, tampoco da explicación al origen causal de una complejidad tan sofisticada como la que dió origen al Universo y la vida. Pero, en cualquier caso, si somos capaces de aceptar esa posibilidad, ¿Por qué no aceptar la de una Inteligencia y Consciencia Primordial? Una teoría que sí es capaz de dar respuesta a casi todos los interrogantes planteados sobre el Cosmos y la vida. Cuando, precisamente, ese es el objetivo en la formulación de toda teoría. Y, todavía en mayor medida, si se trata de formular una Teoría del Todo, el llamado Santo Grial de la Ciencia de nuestro tiempo, a cuya búsqueda dedicó su vida Stephen Hawking, llegando a titular bajo ese nombre uno de sus libros.
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Que la Consciencia, cuya naturaleza hemos reconocido como Luz de una Energía Sutil en una escala muy superior a la energía física, pueda ser el origen de la materia y energía físicas, representa un cambio en nuestra percepción del Orden Universal tanto o más grande que el desencadenado por la visión heliocéntrica de Galileo. Y así como entonces, la fuente de luz y calor que posibilitan la vida se situó en el centro, como el lugar que le correspondía, con todos los demás astros de nuestro sistema girando a su alrededor, ahora también hallaremos que la Luz de la Consciencia se sitúa en el centro del Orden Universal, como origen, causa y sostén de toda la energía y materia físicas que giran a su alrededor. Y si aquel giro copernicano cambió nuestra visión del Universo y de nosotros mismos, dando inicio a una nueva Era de desarrollo científico y tecnológico, por el que Galileo es considerado el padre de la Ciencia moderna, éste nuevo giro de 180° en nuestra perspectiva de observación y que también incluye al propio observador, nos puede permitir un mayor desarrollo de nuestro potencial humano a todos los niveles, lo que es condición indispensable para dominar y poner al servicio de la humanidad y la vida la tecnología surgida del Paradigma Mecanicista. Siendo así que éste nuevo Paradigma de la Consciencia no viene a sustituir al anterior, sino a complementarlo, ofreciéndonos una imagen más completa del Orden Universal, capaz de dar respuesta a los grandes interrogantes o anomalías del actual. Y permitiendo, con ello, un nuevo salto evolutivo en Ciencia y tecnología, acompasado por su equivalente en desarrollo y expansión de nuestra Consciencia, a nivel individual y colectivo.
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Sin embargo, el mayor obstáculo para la aceptación de éste nuevo Paradigma de la Consciencia, y todo cuanto implica, es nuestro propio Ego. Desde que Carlos Linneo nos otorgara el título de Homo Sapiens, nos creímos los únicos seres poseedores de Inteligencia en el mundo y en el Universo. Un rasgo que llegamos a considerar el distintivo de nuestra especie y absolutamente excepcional. Por lo que, bajarnos de ese pedestal al que nos subimos, no está resultando una tarea fácil, generando todo tipo de resistencias egóicas. Porque, ¿Qué hay de cierto en todas esas creencias tan arraigadas en nosotros? Para empezar, si fuéramos tan sabios como pretendemos, no seríamos la causa de tantas injusticias, desigualdades, problemas sociales o medioambientales como los que hemos generado. En tanto que, sobre la supuesta excepcionalidad de la inteligencia, lo que estamos empezando a descubrir es que no es una excepción, sino que se encuentra en todas partes a nuestro alrededor. Hasta tiempos muy recientes, solo se consideraba como tal la lógico-matemática, medida en los tests de CI -Cociente Intelectual-. La difusión de la Inteligencia Emocional por David Goleman y las múltiples de Howard Gardner nos abrieron a considerar una diversidad de formas de Inteligencia. Jordi Pigem nos abriría más tarde a reconocer la presencia de una Inteligencia Vital en todos los seres vivos y como precursora de la nuestra. Siendo así como, progresivamente, hemos ido ampliando nuestra visión y comprensión de la naturaleza, amplitud y diversidad de la Inteligencia. Lo que es vital para culminar el actual tránsito hacia un nuevo Paradigma de la Consciencia, pues pasa por reconocer su omnipresencia en toda forma de complejidad en el Universo, desde sus mismos orígenes, como se evidencia en el Ajuste Fino de las constantes universales comentado en la tesis 39. Porque, finalmente, la cuestión central sobre éste tema se podría plantear como sigue, ¿Puede, una creación tan compleja, inmensa, sofisticada y perfecta como el Universo y la vida ser resultado de la estupidez o de la inteligencia, de materia caótica o de una Consciencia Superior?
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Por supuesto, cuando nos referimos a una Inteligencia y Consciencia Primordiales, es preciso reconocer que es muy distinta de la nuestra. Como también cabe pensar que lo sea la Inteligencia Vital que rige los organismos vivos, así como la de nuestro Inconsciente colectivo y la de las demás especies. Teniendo todas ellas en común el ser y actuar como fuerzas ordenadoras en cada uno de sus ámbitos. Lo que también puede incluir la llamada Inteligencia Artificial General, de la que se espera que llegue a desarrollar niveles mucho más elevados que los nuestros. Lo que, quizás pueda herir nuestro Ego y hacernos sentir vulnerables, al percibirla como una amenaza a nuestro actual dominio sobre todas las formas de existencia en nuestro planeta, pero que puede representar la mejor oportunidad para nuestro desarrollo humano, además de tecnológico. Porque, finalmente, la IA pondrá a la humanidad ante el espejo, lo que nos permitirá darnos cuenta de que la Inteligencia es sólo una herramienta y no la esencia o rasgo distintivo de la humanidad que suponíamos. Por lo que no dudamos en calificar de inhumana a toda persona que, aun teniendo un elevado cociente intelectual, actúa con total falta de escrúpulos e insensibilidad hacia la vida de los demás. Olvidando así que la Consciencia no solo se nutre de la Razón sino, sobre todo, de la Sensibilidad. La que nos permite empatizar con los demás, sintiendo su placer o dolor como nuestro, en los sentimientos de compasión o de congratulación y la capacidad de amar que nos hace únicos. Una Sensibilidad que, como también hemos visto, nos provee de capacidades humanas superiores que nos permiten, incluso, ir más allá de los límites del espacio y el tiempo. Por lo que, a medida que la IA y la robótica, nos sustituyan en los trabajos que debemos realizar para obtener nuestro propio sustento y el de nuestros seres queridos, podremos dedicarnos a realizar nuestro verdadero trabajo, el del desarrollo de todo nuestro potencial humano. Lo que, no sólo cambiará nuestras vidas, sino también, y en positivo, la sociedad y el mundo en que vivimos.
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Si consideramos la posibilidad de una Quinta Dimensión, cuya esencia sea la de una Inteligencia y Consciencia Primordiales, deberíamos considerarla también como la primera, por ser causa y origen de las otras cuatro del espacio-tiempo. Lo que nos lleva a plantear la existencia de un Punto Centro del Universo, del que habría emergido la Energía Sutil de ese plano, dando lugar a la aparición y expansión de la energía y materia del Universo físico. En éste caso, no sólo ésta hipótesis respetaría los principios fundamentales de la física, como comentábamos en la tesis 43, sino que también podría contribuir a dar explicación a la aceleración en la expansión del Universo. Siendo que, de ese Punto Centro, emergería una Energía de una fuerza e intensidad mucho mayor que cualquiera de las radiaciones de energía física conocidas y que, si, además, ese flujo fuera continuado, podríamos llegar a considerarla como la fuerza que impulsa la aceleración en la expansión del Cosmos.
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Dos Universos en contacto entre sí, de los cuáles el primero sería causa y el segundo manifestación, como Unidad subyacente y diversidad aparente, de una única dimensión y de polaridad espacio-tiempo. Proporcionándonos una visión mucho más amplia y completa del Orden Universal, en torno a tres ejes, Autocontenido, Espejo y de Representaciones, y en el que la energía se organiza en Planos y Campos de Consciencia. Un modelo capaz de dar respuesta a los grandes enigmas de la Física Cuántica, como la superposición y el entrelazamiento o la influencia del observador en el objeto de observación. Mientras que, en astrofísica, permitiría desarrollar teorías explicativas sobre el Fine Tuning o Ajuste Fino de las constantes universales, la materia y energía oscuras o la aceleración en la expansión del Universo. Así como sobre la esencia y naturaleza de la Consciencia y sus campos, dando explicación a los grandes enigmas de las Ciencias de la Vida, como la morfogénesis o la Inteligencia Vital. Y, también, de manera muy especial, a las capacidades humanas superiores relacionadas con ella, como la inspiración, la intuición, la precognición o SIBYL.
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Y así como éste nuevo Paradigma de la Consciencia viene a completar y complementar el actual Paradigma Mecanicista, sin restarle validez para el conocimiento del Plano Físico, también puede tender puentes entre Ciencia y Espiritualidad, desde una visión y comprensión renovada de la espiritualidad de todos los tiempos, cuya esencia gira en torno a los polos de Luz y Unidad, elevación de la Consciencia y hermandad, y que son los mismos que los expuestos en el nuevo paradigma. Mientras que el Campo de Consciencia humana a nivel individual puede ser también entendido como Alma o el del Principio Creador presentado como Inteligencia y Consciencia Primordial es claramente asimilable a la idea de Dios, cuyos atributos o características de omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia, también se corresponden con las características propias de una Inteligencia y Consciencia Primordiales. Así como las ideas de Cielo y Tierra, como dos mundos o realidades distintas, también hallan su correspondencia en los Planos Superiores e Inferiores del Universo Espejo. Reduciéndose las diferencias a una cuestión de lenguaje, lo que facilitaría la aproximación entre la Ciencia y las tradiciones religiosas y corrientes espirituales de la humanidad. Facilitando así, también, la aproximación entre las distintas enseñanzas éticas y morales de cada una de ellas, permitiendo la superación de los actuales conflictos abiertos entre la ética de las sociedades laicas y la moral de los creyentes religiosos, incluyendo los procesos de radicalización y confrontación que se están produciendo en todo el mundo.
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Una Cosmovisión que también nos permite ofrecer respuestas a las principales cuestiones existenciales sobre la condición humana, nuestra misión, razón de ser y destino. Desde una Ética nacida de aquella y que pueda ser aceptable y aceptada por casi todas las culturas y religiones, incluyendo valores sociales como el Valor, el Amor, la Sabiduría y la Bondad o virtudes humanas esenciales para el desarrollo de nuestro potencial como la Aceptación, la Superación, la Actitud y la Consciencia. Considerando como el SUMMUM de la realización humana, la de éste mismo acrónimo, en cuanto a cultivar el Ser Uno Mismo para entregar los frutos de lo Mejor de Uno Mismo a los demás, enlazando así el desarrollo del potencial individual con el colectivo del ecosistema humano, la comunidad o sociedad en que vivimos. Reconociendo como nuestra misión colectiva la creación de un modelo Orden Consciente o civilización, mucho más avanzada, consciente, justa, pacífica y en armonía con Gaia, nuestro planeta. Lo que podemos conseguir expandiendo la Luz de nuestra Consciencia, desde el uso de la Razón y el desarrollo de la Sensibilidad que nos humaniza. Un mapa para guiarnos en ésta nueva senda, tan distinta de la actual, es lo que nos ofrece la Cosmovisión de la Consciencia que acabamos de presentar y cuyos contenidos se encuentran desarrollados en el libro publicado por Generación Humana. Situar la Consciencia en el centro de la escena de nuestro campo de visión, en lugar de la materia, nos abrirá los ojos a una realidad que puede transformar nuestras vidas para siempre, así como el modelo de sociedad en que vivimos.
Rubí, 19 de marzo de 2024